Introducción a la Justicia Ambiental Católica
por Bill Jacobs, ecologista y director del Centro Católico de Conservación. Traducción de Luis Enrique Lazcano Flores.
En 1990, el Papa Juan Pablo II hizo público su mensaje para el día Mundial de la Paz, Paz con Dios – Paz con toda la Creación, en que el Santo Padre anunció, “Hay una conciencia creciente que la Paz mundial es amenazada, no solo por la carrera armamentista, los conflictos regionales, y la continua injusticia entre las personas y las naciones, pero también por una falta del debido respeto por la naturaleza… Más aún, una nueva conciencia ecológica comienza a emerger que, más que ser descartada, debe ser alentada para que se desarrolle en programas concretos e iniciativas.”
Algunas personas creen que la Iglesia Católica Romana solamente en tiempo reciente ha entrado a los campos de justicia ambiental, ecología, y conservación. Nada podría estar más lejos de la verdad! De acuerdo a una líder católica, campeona por la justicia ambiental, la hermana del Sagrado Corazón de María Marjorie Keenan, “El comprometerse a la promoción de un medio ambiente bueno y saludable para todos es seguir el plan de Dios para la creación, un plan confiado a nosotros desde el Principio”7
Desde su inicio, la Iglesia nos ha instruído en el dominio apropiado y la administración de la Creación. Esta sabiduría se nos revela a través de la Sagrada Escritura, la Tradición viviente de la Iglesia, el mensaje de la Creación, y la voz de la conciencia iluminada por la Ley Divina.
La postura Católica a la justicia ambiental está basada en los dos mandamientos de Jesucristo: Amar a Dios sobre todas las cosas y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. El Amor de Dios requiere respeto por los dones de Dios y por la Voluntad creadora de Dios. El amor al prójimo requiere justicia, que prohibe la destrucción ambiental del ambiente sin desproteger a aquellos que tienen necesidad hoy en día, ni a las necesidades de las futuras generaciones.1
La actitud Católica hacia la Naturaleza, en una palabra, es la administración. Administración es el cuidado y procuración responsable de algo confiado a nuestro cuidado. De las primeras páginas de la Biblia, estamos instruídos a “cultivar y cuidar de” la Creación de Dios (Genesis 2:15). Creado a imagen y semejanza de Dios, se nos ha concedido el dominio sobre el resto de la Creación (Genesis 1:26-28). Dominio significa que tenemos soberanía sobre y responsabilidad por el bienestar de la Creación de Dios. Nos asemejamos a Dios principalmente por el dominio; de aquí pues, que nuestro dominio debe asemejarse también al dominio de Dios. Debemos cultivar y cuidar de la Tierra como lo hace Dios, con amor y sabiduría. Estamos llamados a ejercer el dominio de formas que permitan al Acto Creador de Dios original ser desplegado más allá. Y porque nos asemejamos al Creador, somos también en un sentido co-creadores con El.
Dominio no significa que a Dios no le importa como usamos el mundo material. Desde el principio, Dios insiste que los humanos no son “pequeños dioses” con autoridad ilimitada. No solo el Genesis describe la Creación de la humanidad como “muy buena,” sino que describe la parte no humana de la Creación como “buena.” En otras palabras, la naturaleza tiene su propio valor, y ese valor está dado por Dios. Dios permite que las personas sean inteligentes y libera las causas en orden a completar la obra de la Creación y perfeccionar su armonía.
En el año 97 D.C., el papa San Clemente describió la paz y armonía del Universo, “Los cielos, moviéndose bajo su Gobierno, están sujetos a El en paz. Día y noche siguen el curso señalado por El. El sol y la luna, con la compañía de las estrellas, se mueven en armonía de acuerdo a Su voluntad. La Tierra fértil, de acuerdo a sus deseos, produce alimentos en abundancia, en las estaciones apropiadas, para el hombre y el animal y todos los seres vivientes en ella. Las estaciones de primavera, verano, otoño e invierno, plácidamente ceden su lugar una a la otra. Aún el más pequeño de los seres vivos se encuentran unidos en paz y concordia. A todo esto el gran Creador y Señor de todo ha determinado que exista en paz y armonía.” Tales declaraciones de un Universo armonioso endosadas por Dios por su propia integridad y balance dinámico interno, son comunes a través de la Tradición viviente de la Iglesia.
Hace más de 40 años, en 1961, el Papa Juan XXIII nos recordó otra vez de la necesidad de cuidar a la Creación. Explicó, “El Génesis relata como Dios les dió dos mandamientos a nuestros primeros padres: el transmitir la vida humana — ‘Creced y multiplicaos’ – y traer a la naturaleza a su servicio — ‘Llenad la Tierra, y dominadla.’ Estos dos mandamientos son complementarios. Nada se ha dicho en el segundo de estos mandamientos sobre destruír a la naturaleza. Al contrario, debe atraerse al servicio de la vida humana.”
En 1971, el Papa Pablo VI advirtió, “El hombre de repente se está dando cuenta que por una explotación mal considerada de la naturaleza, arriesga destruirla y volverse a su vez la víctima de su propia degradación. No solo el ambiente material se está volviendo una amenaza permanente – la contaminación y negación, nuevas enfermedades y una capacidad de destrucción absoluta – pero el marco de la actividad humana ya no está bajo el control del Hombre, por tanto creando un medio ambiente para mañana que puede ser posiblemente intolerable. Esto es un problema social de largo alcance que concierne a toda la familia humana.” El añadió, “Todo está inter-relacionado. [Debemos estar atentos] a las consecuencias a gran escala de que cada intervención del hombre repercute en el balance de la Naturaleza, que se ha puesto a la disposición del hombre en toda su riqueza armoniosa, de acuerdo a los designios amorosos del Creador”.5
Desde el principio, Dios y su Iglesia nos han llamado a ser co-creadores y administradores de la Creación en amor y sabiduría. Hoy en día su llamado sigue tan urgente como siempre.
fonte: Centro Católico de Conservación
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